Reseña Cultural: 1537 // Reseña Literaria: 218
Reseña actualizada. Publicada el 25 de noviembre del año 2015 en Lux Atenea conmemorando el 90º aniversario del nacimiento del maestro literario japonés YUKIO MISHIMA, KIMITAKE HIRAOKA (14 de enero de 1925 – 25 de noviembre de 1970).
Publicado por: EDITORIAL PLANETA, S.A.
ISBN: 84-320-4312-5
Edición: 1985 (segunda edición) (EDICIÓN COMPRADA)
Páginas: 212
Conmemorar el 90º aniversario del nacimiento del genio de la literatura japonesa Yukio Mishima en el mismo día de su muerte, refleja simbólicamente el cierre de ese círculo existencial que movió a lo largo de toda su vida a este escritor único e irrepetible. De ahí que haya seleccionado el excelso libro “Mishima o el placer de morir” del doctor Juan Antonio Vallejo-Nágera, psiquiatra, como obra literaria perfecta para ser reseñada dentro de esta perspectiva relacionada con la vida y con la muerte ritual llevada a cabo por el propio Mishima mediante el tradicional seppuku (hara-kiri) hace cuarenta y cinco años. En este libro, los bibliófilos lectores de Lux Atenea podrán adentrarse en su enigmática y atrayente vida en clave cultural, literaria, y existencial tras haber sido analizada psicológicamente con profundidad y rigor por este prestigioso doctor que, de forma privilegiada, pudo contar en aquella época con el beneplácito de la viuda de Mishima, Yoko Sugiyama, para dar este trasfondo lo más objetivo posible sobre la vida y sobre los pensamientos reales que movieron a este genio literario a lo largo de su vida. Las lecturas y relecturas del libro “Mishima o el placer de morir”, publicado por la prestigiosa editorial Planeta a principios de la década de los ochenta, ha venido acompañándome desde entonces cada vez que he leído (o releído) una obra escrita por Mishima, y como paso previo ineludible para situarme en ese punto intelectual y emocional que resulta indispensable para poder comprender el auténtico mensaje contenido en sus libros. Y es que las obras de Mishima, como radiantes frutos culturales creados por esta mente superdotada para el universo literario japonés, en realidad ocultan un mensaje existencial que va mucho más allá de la belleza estética de su lírica, del perfilamiento de sus personajes, o de la propia trama de la historia. Claroscuros existenciales donde indeleblemente se entremezclaron en su personalidad adulta tanto el sentimiento de inferioridad, que siempre le acompañó desde edad temprana en cuanto tomó contacto con la sociedad y con el mundo, como la insatisfacción existencial crónica agudizada año tras año por la desconexión empática con el resto de la humanidad, y que fue incrementándose constantemente con el paso del tiempo. Si a ello le unimos el código de honor tradicional en la cultura japonesa (no hay que olvidar que Yukio Mishima fue educado dentro de un sistema basado en el culto al Emperador), y al hecho de que fuera rechazado por el ejército japonés como kamikaze en la Segunda Guerra Mundial por sus problemas físicos (de ahí su culto al cuerpo años después), la muerte ritual con honor siempre estuvo acompañándole a partir de entonces.
Hablar de Yukio Mishima es hablar del mayor genio literario japonés del siglo XX sin ningún género de duda, siendo incluso reafirmado en tan eminente posición por otro gran maestro de la literatura nipona como Yasunari Kawabata (1899-1972), galardonado con el premio Nobel en el año 1968. Pero no hay que olvidar nunca que hablar de Mishima es hablar de un ser humano con un coeficiente intelectual de tal nivel que esa misma cualidad le acabaría condenando inexorablemente a la inadaptación social. Aunque en su edad adulta, encumbrado por el éxito literario, llegara a practicar un exhibicionismo narcisista un tanto extremo incluso para nuestra época, y que vemos más bien como algo propio de una persona grotesca y extrovertida, una cosa fue su imagen pública y otra la auténtica realidad mental que se ocultaba celosamente en su interior. De por sí, tanto cuidó el hecho de no mostrar esa trágica y triste realidad interior que organizó una fúnebre y siniestra exposición abierta al público sobre su vida y obra días antes de su suicidio ritual, rodó también una película muy explícita sobre el ritual del seppuku (“El Rito de Amor y de Muerte”), escribió obras con cierta insistencia sobre personajes que ejecutaban su propia muerte a través del hara-kiri, y nadie sospechó que Mishima acabaría teniendo una muerte ritual que ya llevaba tiempo anunciando. Ni siquiera su propia esposa Yoko llegó a imaginar algo al respecto. De ahí que muchos aspectos de su vida y de su pensamiento sean observados y analizados desde un punto de vista occidental como algo incongruente, inexplicable, o simplista, cuando, en realidad, desde una perspectiva enraizada en el tradicionalismo japonés basado en el honor y en las relaciones sociales concebidas para evitar la vergüenza del prójimo, la muerte ritual sea observada con admiración y respeto como método para recuperar el honor, para demostrar fidelidad hasta sus últimas consecuencias, para limpiar lo vergonzoso, o para denunciar lo injusto.
El seppuku puede parecer un acto un tanto extremo en Occidente debido a nuestras raíces culturales actuales predominantemente cristianas, y con una ciudadanía que valora la vida de las personas encima de todo. Pero ese mismo acto de autosacrificio sería entendido perfectamente por otras culturas pre-cristianas europeas precisamente por su trasfondo ético relacionado con el honor y con la fidelidad. En el caso en particular del seppuku llevado a cabo por este genio literario, qué honor y/o qué fidelidad fue rota para llevarle a tomar esa firme decisión. A la hora de analizar la intencionalidad en Yukio Mishima, ese punto trágico y crítico ha de ser visto como su momento final que deseó con la intención de desatar una serie de cambios en la sociedad japonesa que llevaran a un retorno al tradicionalismo a partir de entonces. Después de la Segunda Guerra Mundial, Japón fue reconstruido cimentando su sociedad con nuevos pilares éticos y morales relacionados con la modernidad y con la sociedad de consumo, convirtiéndose el abandono del culto al Emperador en la piedra maestra de la nueva ciudadanía japonesa. Una ruptura definitiva con la tradición dentro de su sociedad que, iniciada en la era Meiji a finales del siglo XIX con la pérdida histórica y cultural del legado samurái debido el pujante poder de la industrialización que trajo la modernidad consigo (a los cultos lectores de Lux Atenea les recomiendo la lectura de la reseña que publiqué sobre la película “El Último Samurái”), ese ciclo de transformación social y cultural sería finalmente completado nada más terminar la Segunda Guerra Mundial con la pérdida de la deidad del Emperador. Una situación que Yukio Mishima siempre se negó a acertar.
Quedarnos con una visión política como esencia humana de Mishima sería demasiado simplista y errónea, aunque verdaderamente existieran y acabaran llevándole hasta su propia muerte ritual. Personalmente, a Mishima siempre lo valoraré artísticamente como el más excelso, elegante, y refinado escritor de la literatura japonesa del siglo XX. Leer y releer sus obras siempre es sinónimo de disfrute emocional a través de la sensibilidad y de la armonía. Los inolvidables personajes a los que dio vida, y que muchas veces reflejaban caracteres de su propia personalidad, destilan siempre esa esencia humana que tan difícil es encontrarla en las obras literarias de otros autores. Su fascinante interioridad psicológica, propia del alma radiante en busca de la plenitud más allá de lo material, personifica al Ideal en su grado más puro y espiritual. He aquí su grandeza artística. Pero nunca hay que confundir a este escritor en su faceta pública, con la persona solitaria que siempre se sintió al margen de la sociedad y de las personas. En el fondo, la vida de Mishima estuvo marcada por fuertes contrastes que no te dejan indiferente. Ya sea por su tímida sensibilidad o por su otra cara narcisista, ya sea por su vida pública extrovertida reflejada en los medios de comunicación o por su soledad extrema bañada en angustia existencial, o ya sea por su ideología política o por su excelso talento para la literatura y el teatro, de lo que nunca se podrá acusar a Mishima es de no haber sido fiel a su Ideal hasta el final. Por este motivo, nadie mejor que el doctor Vallejo-Nágera para mostrarnos ese lado humano que unió a este genio literario con lo divino partiendo de una realidad terrenal, habiendo entendido perfectamente tanto el espíritu japonés como el occidental a través de sus raíces culturales. Sin duda alguna, el trasfondo espiritual de su obra será sentido por los futuros lectores en todo el mundo por los siglos de los siglos. “Mishima o el placer de morir”, la mejor biografía en clave psicológica que se haya escrito sobre este admirado genio literario japonés. ¡¡¡Disfrútenlo!!!
Félix V. Díaz
En Lux Atenea solamente escribo y publico reseñas sobre ediciones originales que he comprado, o recibido como promocional.
Debe estar conectado para enviar un comentario.