Reseña Cultural: 2118 // Reseña Literaria: 593
Reseña actualizada. Publicada el 22 de noviembre del año 2012 en Lux Atenea.
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Esta reseña ha sido escrita por un ser humano, no por una Inteligencia Artificial / This review is a human writing, not an Artificial Intelligence writing
Publicado por: EDITORIAL SAN MARTIN
ISBN: 84-7140-073-1
Edición: 1975 (EDICIÓN COMPRADA)
Páginas: 160

“Se había adoctrinado al pueblo con teorías sobre su superioridad y su misión divina de liberar el Este de la dominación occidental. Sus jefes militares habían previsto desde hacía mucho tiempo que una guerra en Europa les dejaría las manos libres en Asia, y cuando llegó estaban preparados.”
A finales del siglo XIX, Japón se había convertido en una gran potencia industrial pero su sociedad, aparentemente moderna, seguía anclada en la tradición feudal cuyas máximas expresiones eran la permanencia del código samurái del Bushido y el culto al emperador. Un pueblo japonés orgulloso que jamás había sido derrotado por una fuerza militar extranjera a lo largo de su historia. Un pueblo japonés que se veía perteneciente a una raza superior, sentimiento con el cual se identificaba plenamente en la primera mitad del siglo XX, y mucho más después de haber derrotado militarmente a Rusia y a China, pero todo cambiaría en su destino tras la declaración de guerra a los Estados Unidos de América. Aunque inicialmente la expansión japonesa en Asia y en el océano Pacífico fue contundente y arrolladora con una victoria tras otra, tras sufrir la derrota en las batallas de Guadalcanal y Midway, la iniciativa en el desarrollo de aquel conflicto bélico pasaría definitivamente a manos estadounidenses hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. La sucesión de derrotas militares se convirtió en una seria amenaza, y la férrea e inalterable lealtad al emperador y a su nación llevarían al Alto Mando militar japonés a tomar una decisión a la desesperada basada en el uso de fuerzas suicidas, como último intento de parar aquella ofensiva aliada que iba a desencadenar la conquista del inviolado suelo japonés.

“El vicealmirante Takijiro Onishi, creador del cuerpo de kamikazes y partidario acérrimo de la guerra suicida, puso fin a su vida en las primeras horas del 16 de agosto (Tokio, 1945).
Muy distinto al de Onishi fue el suicidio del vicealmirante Matome Ugaki, uno de sus subordinados. El 14 de agosto, el Cuartel General de la Marina en Tokio ordenó que se suspendieran todos los ataques de kamikazes. Pero cuando Ugaki, Jefe de la Quinta Flota Aérea, supo que Japón se iba a rendir, decidió que su deber era no cumplir la orden, y que, al contrario, debía disponer un ataque suicida como acto de desafío. Con otros diez kamikazes siguiéndole, despegó del aeródromo de Oita y se dirigió a Okinawa para atacar a los barcos enemigos. Ninguno de ellos volvió (15 de agosto de 1945).”
Con un pueblo y un ejército dispuestos a ofrecer sus vidas antes que sufrir la deshonra de la derrota, las operaciones suicidas no tardarían en llegar a las líneas de combate. En las páginas de este interesante libro, los bibliófilos lectores de Lux Atenea podrán comprender el choque absoluto entre Oriente y Occidente que existía en aquella época histórica. El pueblo japonés vio como héroes a los militares que dieron su vida llevando estas armas suicidas hasta las fuerzas enemigas para causarles el mayor daño posible. De esta forma, el Alto Mando militar japonés trataba de llevar al gobierno estadounidense a la firma de un tratado de paz ante el alto coste en vidas humanas y materiales aliadas que preveían alcanzar con aquellas acciones suicidas. Un último intento de salvar a la nación de sufrir una humillante derrota, aunque fuera a través del sacrificio en vidas. La realidad se mostró completamente distinta a lo que esperaban y, pese a alcanzar algunos éxitos iniciales en las fuerzas militares aliadas que causaron desconcierto y temor, en su conjunto, las acciones suicidas no supusieron más que una pérdida irreemplazable de hombres y materiales que terminaron convirtiéndose en un alto coste en vidas para Japón para tan escasos resultados bélicos. Es verdad que los militares estadounidenses hasta sufrieron la pérdida de algunas unidades navales, pero la adopción de medidas de protección y de seguridad llegarían a convertir a los ataques suicidas japoneses en acciones intrascendentes durante el desarrollo de sus operaciones. Aunque los japoneses constantemente insistirían en su empeño para tratar de parar la inminente conquista del suelo patrio, el impacto destructivo de estas armas fue cada vez menor a pesar del número de unidades empleadas. El suicidio en masa no solamente sería practicado por los militares japoneses, sino también por la población civil ante la humillante perspectiva de la derrota. El poderío industrial y militar de los Estados Unidos de América era arrollador y ninguna nación en el mundo podía pararlo en una guerra, usara el número de efectivos humanos y de medios armamentísticos que usara.

“El mariscal Sugiyama, ex ministro de la Guerra, preparó cuidadosamente su suicidio para obtener el máximo efecto simbólico. El día en que sus tropas fueron desmovilizadas, el mariscal se mató de un tiro mientras su esposa se apuñalaba ante el altar sintoísta de su casa.”
En esta obra principalmente son analizados los distintos tipos de armas japonesas cuyas funciones bélicas fueron orientadas a causar el mayor daño posible a las fuerzas aliadas a través de ataques suicidas. Ciento sesenta páginas con descripciones detalladas tanto de estas armas como de las batallas en las cuales estuvieron presentes, que junto a los efectos morales y los daños materiales y humanos que provocaron, dimensionan esta tragedia militar que aún hoy en día en nuestra sociedad occidental sigue causando sentimientos contradictorios, entremezclándose el asombro ante la inmolación con la incomprensión moral y ética de aquella entrega voluntaria de la vida en una acción bélica suicida, por desesperada que fuera la situación en la guerra. Los cultos lectores de Lux Atenea interesados en profundizar en estos temas, en el libro podrán encontrar valiosa información sobre las armas suicidas japonesas construidas en la Segunda Guerra Mundial, destacando entre ellas los torpedos tripulados tipo Kaiten (cabeza explosiva de 1.350 kilogramos y 40 millas de alcance), submarinos gigantes de la clase “I” (podían transportar hasta seis Kaiten), submarinos Koryu con cinco tripulantes, submarinos Kairyu con dos tripulantes, lanchas motoras suicidas Shinyo, bombas tripuladas Yokosuka MXY7 Okha (tenían motores de cohete con 40 kilómetros de alcance y 1.190 kilogramos de explosivos), bombas tripuladas Kikka (tenían turboreactores), bombas tripuladas Shinryu (bombas de planeo con cohetes de combustible sólido para el despegue), avión suicida Nakajima Ki-115 Tsurugi y el Toka (versión naval del Tsurugi), bombardero rápido Yokosuka P1Y1 Ginga, bombardero de un solo motor Nakajima B6N2 Tenzan, caza Mitsubishi A6M Reisen ‘Zero’, bombardero en picado Yokosuka D4Y Suisei, bombardero Mitsubishi Ki-67-I KAI (versión suicida del Ki-67 Hiryu), bombardero Mitsubishi G4M, y el avión suicida Kawanishi Baika inspirado en la V-1 alemana. “Armas Suicidas”, el patriotismo y el sacrificio del ejército japonés de la Segunda Guerra Mundial reflejados en estas armas. ¡¡¡Disfrútenlo!!!
“En ninguna sociedad ha sido el suicidio una institución hasta el extremo que lo fue en Japón.”

Félix V. Díaz
En Lux Atenea solamente escribo y publico reseñas sobre ediciones originales que he comprado, o recibido como promocional.
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