Reseña Cultural nº: 1742 // Reseña Media nº: 95
Reseña actualizada. Publicada el 21 de octubre del año 2014 en Lux Atenea.
Director: MARTIN SCORSESE
Guión: PAUL SCHRADER
Actores principales: ROBERT DE NIRO (Travis Bickle), JODIE FOSTER (Iris), CYBILL SHEPHERD (Betsy), HARVEY KEITEL (Sport), PETER BOYLE (Wizard), ALBERT BROOKS (Tom), MARTIN SCORSESE (cliente del taxi)
País: EE.UU Año: 1976 Productora: COLUMBIA PICTURES
Duración aprox.: 110 minutos
Publicado en España por: SONY PICTURES HOME ENTERTAINMENT
Año: 2005 Formato: DVD (EDICIÓN COMPRADA)
EXTRAS: Filmografías de Robert de Niro, Jodie Foster y Martin Scorsese // Trailer de cine // Documental sobre las escenas y entrevistas con Robert de Niro, Jodie Foster, Harvey Keitel, Cybill Shepherd, Peter Boyle, Albert Brooks y Martin Scorsese // Guión original // Secuencia de Storyboard
“Taxi Driver”, una de las películas de culto por excelencia que continúa erigiéndose como mítico e intemporal largometraje en cuanto a su temática, al ser un thriller de inconfundible estética moderna. “Taxi Driver” es conceptualmente pionero en su filosofía posmoderna debido a la difusa moralidad que rigen las acciones de su protagonista, Travis Bickle (sublimemente interpretado por el legendario actor Robert De Niro), cuya responsabilidad en su acción violenta es directamente juzgada por la sociedad y por la opinión pública únicamente por su supuesta intención. Una influencia que resultará crucial en la aplicación de las leyes en relación a su violenta acción, y que en teoría debería dictar su inocencia o no, y no su intencionalidad que queda única y exclusivamente centrada en su acción final al liberar a la joven Iris (interpretada por la actriz Jodie Foster). Sobre Travis, el análisis del espectador tampoco debería llegar a una opinión obvia e inmediata sobre su inocencia en vista a los viscerales pensamientos e irracionales actos que bullen en su interior a lo largo de esta historia, mostrándose emocionalmente violentos y radicales. “Taxi Driver” es la dramática historia de un excombatiente de Vietnam que se siente desplazado dentro de la sociedad estadounidense aparentemente moralista y cosmopolita, viéndose arrinconado por creer que tiene un código de valores superior, ya que es completamente opuesto a la decadente degradación humana que sus ojos ven cada noche en el turno de trabajo como conductor de taxi en las difíciles y peligrosas calles de Nueva York.
Si a esa presión existencial interior le añadimos su inadaptación social tras haber retornado de la guerra, y que le ha provocado un grave problema psicológico que le produce insomnio, el peligroso y explosivo cóctel mental que bulle en el interior de Travis combina una destructiva mezcla de sensación de aislamiento, rabia, inadaptación social, violencia, paranoia, fantasía, ansiedad, y solo está buscando una excusa en el entorno para estallar violentamente. Saltará primero en el atraco a la tienda, luego con el intento de asesinato del senador Charles Palantine durante un discurso en campaña para ganar las primarias, y, a continuación con la violenta y salvaje liberación de Iris. En el fondo, Travis lo que busca es su propia redención a través de un sangriento ritual que pueda acabar con su sufrimiento. Es más, cuando Travis es malherido en el asalto a la casa donde explotaban a la joven Iris, éste trata de suicidarse ante el infernal panorama que cree que le espera al haber protagonizado tan brutal asalto con varios muertos en su haber. Pero el arma que utiliza se ha quedado sin munición, por lo que es encontrado malherido cuando las fuerzas del orden aparecen en aquel sangriento escenario. Lo que no contaba Travis es que se convertiría en un héroe para esa misma sociedad que despreciaba. Cuando los padres de Iris le dan las gracias y los medios de comunicación publican ese agradecimiento, teniendo a una opinión pública absolutamente entregada a su favor que lo libera de cualquier culpabilidad respecto a las muertes que provocó, Travis deja de ser el Travis militar que regresó del Vietnam para vivir de forma marginal en una ciudad moderna, transformándose en otro Travis mentalmente más cercano a su auténtica realidad, y que se siente orgulloso de sí mismo. Sus ojos empiezan a verlo todo de otra forma. Tras haber combatido en Vietnam, Travis necesitaba ser aceptado y admirado públicamente por la sociedad estadounidense en la que vive.
Es indudable que la visualización de la película “Taxi Driver” puede provocar sentimientos de empatía en algunas personas, debido a la emotiva visceralidad que presentan los pensamientos y las acciones radicales de Travis. Pero, analizado fríamente, uno nota que no está muy equilibrado mentalmente que digamos. Al ser esclavo de sus emociones, Travis puede actuar de forma impredecible, sorprendiéndonos siempre en cualquier situación al no tener control racional alguno sobre sus pensamientos, emociones, y sentimientos. Sin ningún género de duda, analizando sus pensamientos y su forma de actuar, a través de un estudio psicológico podemos afirmar que Travis no es una persona civilizada en vista al condicionamiento emocional absoluto que presenta, tomando el eje de su existencia como si viviera en una sociedad tribal. Por ese motivo, Travis trata de resolverlo todo a través de la violencia, del odio, y de la ira, en vez de tener a la Razón, a la Lógica, y al autocontrol mental como base de su personalidad, elementos que dan sentido al fundamento principal del hombre civilizado. Eso sí, solamente nos falta un cabo por atar en el modo de vida pseudo-tribal en el que vive Travis: el plano religioso y espiritual. No tiene acto de presencia a lo largo de toda la película, y me ha sorprendido mucho esa ausencia convertida en inexplicable carencia para un individuo de carácter tribal. Por esta clara ausencia de lo religioso y espiritual, Travis presenta características en su personalidad que son propias del nihilismo moderno. Además, que Travis no tenga una creencia espiritual o religiosa debería haberlo llevado a una sobrevaloración de lo material pero, curiosamente, esta característica en la personalidad de Travis no tiene cabida. El dinero y el materialismo no mueven existencialmente a Travis salvo para poder seguir viviendo en la gran cuidad, y es muy sorprendente este perfil psicológico.
Aunque el largometraje “Taxi Driver” ha llegado a ser etiquetado como “película ultraviolenta y fascista”, personalmente, la catalogaría más bien como decadente y nihilista al ser Travis un individuo que presenta un estado emocional límite, extremo, y desesperado, aderezado todo con altas dosis de rabia canalizada a través de la violencia. Un estado mental constantemente atacado con impresiones y emociones duras que ha de observar en la vida cotidiana. Mientras vive y trabaja en una gran urbe como Nueva York, Travis observa y analiza la siniestra y horrible cara social que presenta esa ciudad y que, vista a través de sus ojos, siempre aparece como una inmunda cloaca humana plagada de drogadictos, prostitutas, camellos, proxenetas, bandas de delincuentes… en ambientes marginales donde rige la ley del más fuerte. Este día a día tan violento y salvaje ha llevado a Travis a vivir dentro de una caótica y destructiva espiral personal, impulsada de forma imparable por su existencia prácticamente solitaria en medio del bullicio de la gran urbe. Travis en una persona outsider que, con el paso del tiempo, ha terminado creando un código de valores en su interior absolutamente alejado de la realidad y de la racionalidad, al estar basado en las emociones y en las impresiones que ha recibido tras lo observado y vivido, entremezclándose con sentimientos de desprecio hacia la vida cotidiana por su inhumanidad. La violencia latente en su interior tras haber participado como soldado en la guerra del Vietnam, se apoya en un modus vivendi militar que trata de aplicar a su vida civil actual, llevándole a transformar la realidad y adaptarla a sus pensamientos. Travis no comprende que ambos mundos, aunque unidos en un mismo proyecto de Estado, pertenecen a ámbitos legales y jurídicos distintos al ser precisamente el Estado el que tiene el poder de aplicar, de definir, y de controlar el uso de la fuerza según en qué escenario. Pero Travis no lo entiende de la misma manera. El uso de la violencia que le era permitido en Vietnam, cree que en la sociedad civil también cumpliría su función al margen de los poderes del Estado, si ésta se pone en manos del individuo que tenga un motivo que lo justifique. Como no podía ser de otra forma, piensa que ese es su caso. Interiormente trata de justificar sus actos, sin darse cuenta que es a través del extremismo y de la violencia como manifiesta su insatisfacción y su dolor interno al tener una vida marginal y solitaria en una sociedad cuyos valores defendió en la guerra. Una sociedad que difunde constantemente mensajes a la ciudadanía sobre la importancia de la amistad, del amor, de la diversión, y de la felicidad, pero le están vedados.
Travis es un outsider pero no por convicción, sino por incapacidad, como claramente se muestra en la escena cuando invita a Betsy (actriz Cybill Shepherd) a ir a ver una película… en una sala X, algo que no se le ocurriría a nadie que quiera agradar a una mujer en una cita. Además, Travis ha defendido a la sociedad moderna donde vive en una guerra salvaje y brutal que, con el tiempo, ha acabado por provocar la hostilidad de los ciudadanos hacia sus propios soldados al retornar al país, y esto no ha hecho más que enfurecerlo interiormente y provocar que cuestione la moralidad y la ética reinante en la sociedad estadounidense al observarla como un teatro de la hipocresía. Tampoco hay que perder la perspectiva con Travis en cuanto a su personalidad porque se ve como un héroe, como un individuo solitario capaz de cambiar el destino de las personas tras ser juzgadas por sus propias leyes morales que cree superiores a las reinantes en la sociedad en la que vive… o más bien sobrevive. Dominado por su ira, se pone a punto física y mentalmente con un siniestro ritual que le prepare para salir victorioso de ese estallido de violencia que ya intuye en su destino como acto de reafirmación interior de su verdad, y de su forma de ver la vida. Y, como siempre ocurre en esta vida, será la suerte otorgada por la Diosa Fortuna la que determinará su futuro al sonreír varias veces a este lobo solitario. Primero, evitando que mate al senador Palantine, a continuación, evitando su suicidio una vez acabado su asalto al inmueble donde explotan a la joven Iris, al haberse quedado sin munición el revolver que toma en su mano (la escena donde Travis mira al policía y simula dispararse a la cabeza con la mano ensangrentada, es otra de las secuencias imborrables de esta película), y, luego posteriormente, iluminando su acción como un acto heroico de cara a la opinión pública y a la sociedad pese a ser un acto violento, sangriento, y brutal donde suelta toda su rabia contenida y toda su frustración existencial en pro de su justicia. Un suceso que no tiene nada que ver con la interpretación de esa acción que hace la sociedad y la opinión pública al analizar ese acto violento únicamente por sus consecuencias, valorándolo como un noble gesto de sacrificio digno de admiración ya que ha salvado con ello a una joven atrapada en un auténtico infierno del que era imposible que pudiera salir por sí misma. Donde la sociedad ve un acto de liberación, Travis en realidad buscaba una excusa para soltar de forma violenta toda su rabia interna y librarse de ella en un acto que considera heroico. Un odio latente en Travis que ya había estallado anteriormente en la escena del asalto a la tienda cuando mata al atracador, y que pudo haber estallado violentamente cuando trata de matar al senador en el mitin. En esa escena observamos cómo le descubren los agentes de seguridad y de protección del senador, abortando su acción pero Travis se escapa. Incluso la violencia se hubiera desencadenado si Travis hubiera recibido una mirada desafiante por parte de alguien en la calle, como se puede comprobar en la inolvidable escena del espejo, una de las míticas secuencias de esta película cuya interpretación fue totalmente improvisada por parte del actor Robert De Niro. Así se hubiera manifestado, o por cualquier otro motivo que para él lo justificara.
En una sociedad cosmopolita y moderna, no deja de ser curioso y paradigmático que se acepte con mucha mejor cara y benevolencia al corrupto que al individuo que muestra una personalidad distinta al canon social reinante. El virtuoso director de cine Martin Scorsese es todo un maestro a la hora de reflejar esos contrastes y prejuicios sociales a través de imágenes de fuerte impacto visual. “Taxi Driver” es una clara muestra de su talento cinematográfico. Si además añadimos a este largometraje la extraordinaria obra musical compuesta por el genial Bernard Herrmann (1911-1975), siendo esta banda sonora su obra póstuma, el drama y la tragedia dejan huella en esta película de culto. Como reflexivo apunte, uno no puede más que preguntarse cuántos Travis Bickle hay en este momento viviendo en nuestra avanzada sociedad del siglo XXI, y que además piensan como él. Cuántos jóvenes sin perspectiva de futuro abrazarían el uso de la violencia como vía de canalización de sus frustraciones, y cuántas personas, a las que la sociedad y el Estado moderno han dado la espalda, tienen que vivir en ambientes tan siniestros y degradados como los aquí reflejados mientras esperan su momento para exteriorizar sus problemas a través del uso de la violencia. Parte de la grandeza artística de “Taxi Driver” viene dada como largometraje rodado en la década de los setenta en un momento muy duro para la sociedad estadounidense tras su derrota militar en Vietnam, por la crisis económica tan grave existente dentro del país, por la crisis del petróleo que lo paralizó todo, por el agotamiento político como vertebrador de la sociedad en su progreso…
Han pasado casi cuatro décadas desde su aparición en la gran pantalla, y esos mismos escenarios y esas mismas imágenes se siguen repitiendo día tras día en muchas ciudades occidentales, habiendo cambiado únicamente la moda en el vestir y el diseño de los bienes de consumo. En cambio, su trasfondo social y humano continúa siendo el mismo: la decadencia moral y ética de la sociedad moderna. Casi cuatro décadas han pasado desde que Martin Scorsese sorprendiera al mundo con esta obra maestra, pero parece que la evolución mental, las inquietudes humanas, y el sentido existencial de la vida que viene siguiendo la ciudadanía occidental continúa igual que entonces, como si en el tiempo únicamente hubiera cambiado la forma y no el fondo, que es lo verdaderamente importante. Por algo “Taxi Driver” sigue provocando pasiones y conflictos morales en el espectador en este siglo XXI como si acabara de ser estrenada. Lo increíble es que en la ceremonia de los Óscar del año 1976, el premio a la mejor película se lo llevara “Rocky” y no “Taxi Driver”, y el premio al mejor actor se lo llevara Peter Finch por su interpretación en el largometraje “Network”, y no Robert De Niro tras protagonizar esta obra maestra. Como analista cultural, sin comentarios. “Taxi Driver”, en la Historia del Séptimo Arte, una de las películas más intensas emocionalmente, más moderna en su concepto social y humano, y moralmente más provocadora hasta convertir al personaje de Travis Bickle en icono del antihéroe moderno por excelencia. ¡¡¡Disfrútenlo!!!
Félix V. Díaz
En Lux Atenea solamente escribo y publico reseñas sobre ediciones originales que he comprado, o recibido como promocional.