Reseña Cultural: 1772 // Reseña Literaria: 296
Reseña actualizada. Publicada el 5 de abril del año 2008 en Lux Atenea.
Publicado por: EDICIONES ÍNDIGO
ISBN: 84-86668-59-X
Edición: 1992 (EDICIÓN COMPRADA)
En el año 1618, el libro “Tratado del Fuego y de la Sal” fue publicado como obra póstuma del autor gracias a la voluntad y al deseo personal de su viuda, tras haber encontrado estos papeles entre sus pertenencias. Más que un tratado o un libro esotérico, esta obra es un conjunto de anotaciones e impresiones realizadas por el propio Blaise de Vigenère en sus estudios sobre Cábala, Alquimia, Hermetismo… y sobre otras corrientes místicas que lo influenciaron en su búsqueda interior. En “Tratado del Fuego y de la Sal”, los bibliófilos lectores de Lux Atenea podrán observar esta esencia primitiva en la raíz cristiana, esta base y doctrina totalmente alejadas de lo exotérico y de lo ceremonial, para dar paso a las verdaderas claves que iluminan la esencia del alma. La obra “Tratado del Fuego y de la Sal” nos habla sobre lo puro, de cómo dar luz a lo obscuro, a lo impuro, a lo aferrado fuertemente al caduco mundo de lo material porque el fuego y el aire son los dos únicos elementos con movimiento propio, todo lo contrario al agua y a la tierra, que han de ser influidos por otros elementos para alcanzar ese movimiento. Todo el mundo sabe que el componente mayoritario en nuestro cuerpo es el agua, y además en un porcentaje muy elevado. Somos eso mismo, carne y huesos, materia y agua, y como tales, podemos ser influidos por la acción del fuego y del aire para mover y alterar nuestra energía vital, nuestro espíritu. Pero, en este caso, no nos estamos refiriendo a un fuego físico, observable, que se puede ver y tocar, sino que hablamos del fuego como símbolo de la Iluminación divina. Y hablamos de la sal no como componente químico, sino como Sabiduría que nos permitirá ampliar la pureza de espíritu alcanzada gracias a la acción del fuego divino. Por lo tanto, dejen a un lado ese fuego alimentado por materia combustible y esa sal formada por combinación de elementos químicos, e intenten comprender este otro fuego y esta otra sal a los que se refiere el autor en esta magna obra.
El fuego permite elevarnos por encima de lo terrenal, de lo material, porque la propia ley que gobierna lo terrestre nos deja anclados, fijados a la superficie de las cosas a través de la fascinación y del enganche material y físico. Gracias al fuego, lo celestial pasa a ser algo cercano, algo sentido a nivel del espíritu, y algo asimilado por el alma. Cuando el fuego entra en acción, el alma encuentra su armonía porque con el fuego, el alma encuentra esa realidad perdida, esa realidad eterna incompatible con la dureza, la inmovilidad, y la caducidad de lo material. En el fondo, el fuego es la clave fundamental para poder pasar por los tres estados místicos: Nigredo, Rubedo y Albedo (negro, rojo y blanco). El fuego y Dios, una unión simbólica casi universal en la historia religiosa del ser humano. Y adentrándonos en esta sal de origen divino, elimina la corrupción y evita que las impurezas se vuelvan a fijar y reintegrar en el espíritu. La sal es la Sabiduría, encargada de armonizar e integrar el estímulo divino recibido por la intuición (iluminación sagrada) y por la inteligencia (pensamiento racional). La sal desvela, y también descubre y señala todo aquello que tiene capacidad de contaminar al espíritu. Además con el alma unida al intelecto, la sal queda firmemente asentada como un puente entre los dos lados de nuestra realidad existencial, pero la sal sin el fuego no encuentra su sentido, su lugar, su equilibrio. La sal necesita el influjo divino para mostrarse ante el individuo deseoso de purificarse para unirse a Dios. También es muy importante tener en cuenta que los efectos del fuego sin la presencia de la sal, serán caducos en vez de perennes. La sal no permite que otros factores puedan corromper aquello que el fuego (Iluminación) purificó, de ahí la importancia de la sal (Sabiduría) en la vida del místico. Al igual que en la vida real del ser material y físico ha de tomar ciertas dosis de sal en su alimentación para conservar el correcto funcionamiento de su cuerpo, la sal mística también debe ser asimilada por el ser entregado espiritualmente a Dios. En las páginas del “Tratado del Fuego y de la Sal” encontrarán también referencias a la Cábala, a los diez de Sephirot, a las dos caras que nos pueden mostrar los cuatro elementos, a la relación que existe entre estos cuatro elementos y el cuerpo, a Elohim, a Adonai, a Sais, a los tres mundos existenciales, a la doble cara de esos tres mundos, a la Alquimia… una larga exposición de enseñanzas sobre estos temas relacionados con el Misticismo. También es verdad que esta obra contiene algunos conceptos ya superados en la actualidad, pero si los pusiéramos en un lado de la balanza, y en el otro todo lo acertado y fidedigno, pesaría mucho más este último apartado. Por este motivo recomiendo su imprescindible lectura y análisis a aquellas personas interesadas en el Conocimiento esotérico. “Tratado del Fuego y de la Sal”, centuria tras centuria, el camino para poder alcanzar la pureza espiritual y mística sigue estado latente. ¡¡¡Disfrútenlo!!!
Félix V. Díaz
En Lux Atenea solamente escribo y publico reseñas sobre ediciones originales que he comprado, o recibido como promocional.