Reseña Cultural: 2046 // Reseña Literaria: 529
Reseña actualizada. Publicada el 5 de diciembre del año 2008 en Lux Atenea.
Información Muy Importante / Very Important Information:
Esta reseña ha sido escrita por un ser humano, no por una Inteligencia Artificial / This review is a human writing, not an Artificial Intelligence writing
Publicado por: EDITORIAL PRE-TEXTOS
ISBN: 84-8191-313-8
Edición: 2000 (EDICIÓN COMPRADA)

“¿Nada más en el corazón
sino amargas sorpresas del recuerdo
en una carne exhausta?”
La Vejez. Ese monstruo tan temido en estos tiempos modernos atados a lo joven, a lo imperecedero, a lo vital, a lo saludable, a lo enérgico y jovial. Hablar de lo viejo incluso les sonará mal a algunos. Les suena a antiguo, les suena a enfermedad, a decrepitud, a muerte, y la muerte es un tabú, aquello que no debe ser nombrado en esta era dominada por los milagros de la Ciencia y las explicaciones racionalistas, de la misma forma que en otras épocas unidas a lo tradicional y religioso no estaba bien visto nombrar al Diablo a nivel social porque era considerado origen de mal augurio.

El Tiempo. Vivimos dentro de una red de carreteras existenciales marcada por el tiempo, moviéndonos de un lado a otro para intentar tomar ese camino que conduzca a la plenitud y nos aleje de la nefasta influencia del tiempo. Pero, como los cultos lectores de Lux Atenea ya saben, el tiempo es implacable. Mucho más implacable aún si se le mira de reojo, si se le magnifica, si se le sobrevalora, si se siente su peso en la vida cotidiana, o si se le aparta de la conversación porque hablar del tiempo como factor existencial suele ser tomado como una incómoda referencia a la inexorable muerte que a todos nos espera, y a la mayoría de las personas no les gusta hablar de ello. Pero, ¿qué sería de la vida tal y como la conocemos sin el tiempo? Una reproducción perpetua, un colapso de la Humanidad, como muy bien nos describe el ilustre escritor portugués José Saramago en su reflexiva obra “Las Intermitencias de la Muerte” (leer reseña). Además, ¿qué sería de la Sabiduría y de la Mística sin los sabios que se adentraron en el territorio espiritual de la vejez? Como analista cultural, sé que en estos momentos que vivimos, hablar de esa otra cara existencial y metafísica de la vejez puede resultar un tanto frívolo, sin sentido alguno, pero desde el punto de vista del grandioso poeta italiano Giuseppe Ungaretti (1888-1970), vejez es tiempo vivido y, según cómo se haya vivido, así será sentida esa vejez.

Vejez es sinónimo de reflexión para este virtuoso genio de la poesía, y la poesía en sí misma se convierte en el lenguaje perfecto para poder describir con palabras aquello que solamente puede ser sentido. La magia artística y el trasfondo existencial contenidos en lo poético se mueven con la misma soltura que un pez en el agua a la hora de trasmitir esa experiencia de vida. Un atrayente fruto de la reflexión, ese fruto de lo sentido, y un escaso fruto que surge de lo aprendido tras el fracaso. Si algo en esta vida te ofrece esa experiencia que evita que caigamos de nuevo en ese mismo error, lo que siempre será inevitable es el pago en tiempo porque el tiempo no para, hagamos lo que hagamos. Vivimos, luego envejecemos. Como los cultos lectores de Lux Atenea ya conocen, según la tradición se dice que cuando nacemos traemos una barra de pan debajo del brazo, pero, en realidad, lo que sí traemos es un reloj de arena que ha sido puesto en funcionamiento en el mismo momento de nuestro alumbramiento. Una arena que no deja de caer, de la cual no somos conscientes de su importancia en nuestra infancia y en parte de nuestra adolescencia, pero que irá tomando cada vez mayor valor y protagonismo en la vida del individuo en cuanto pasa a formar parte de este gran engranaje llamado sociedad.

Curiosamente, en esa misma sociedad que nos obliga a dar importancia a la consciencia del tiempo trascurrido, con los problemas psíquicos y físicos que trae consigo, sobrevalora mucho más aún el aspecto y la mentalidad joven entre quienes participan en ella. Además, esta dinámica social de obligada concienciación del tiempo provoca que la persona vea acelerarse la caída de la arena en su reloj vital. Si a todo ello le unimos el culto a lo joven, al aspecto jovial, esto crea graves problemas psicológicos en el interior de las mentes de sus ciudadanos, rechazando ser tal y como la propia Madre Naturaleza ha hecho que seamos físicamente con el paso del tiempo, de ahí que la vejez sea algo rechazable a nivel social. Algo que ha de esconderse. Algo de lo que no se debe hablar. Algo que el individuo ha de evitar como sea, haciendo uso de medicinas, cirugías, tratamientos corporales, ejercicio, alimentación saludable… Todo con tal de aparentar físicamente ser joven y no viejo. Tiempo – Vejez – Reflexión – Experiencia – Muerte. Un inevitable ciclo unido a la vida, y que el ilustre poeta italiano Giuseppe Ungaretti supo convertir en bella y reveladora poesía en esta magnífica obra. “El Cuaderno del Viejo”, y no se dejen influenciar por las absurdas e irreales lógicas sociales que menosprecian el fundamento esencial de la propia vejez: la experiencia. ¡¡¡Disfrútenlo!!!
“Dudaste, y el vuelo
se perdió por ti,
y te busco en el eco…”

Félix V. Díaz
En Lux Atenea solamente escribo y publico reseñas sobre ediciones originales que he comprado, o recibido como promocional.




























